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Cómo cultivar y profundizar nuestro afecto por Dios*

Introducción

Cuando era pequeño mi padre, ingeniero agrónomo de profesión, me transmitió su amor por la tierra, y a mí me fascinaba acompañarlo a los ejidos para ver las parcelas de los campesinos que con amor y esmero las cultivaban. Aprendí que para cultivar cualquier producto de la tierra primero hay que estar dispuesto a dedicarle tiempo y esfuerzo, hay que buscar un clima propicio, tierra fértil, preparla la tierra, buscar las mejores semillas, abonarla, cuidarla de los depredadores naturales, plagas, abrojos, regarlas, etc., para poder esperar que la tierra dé su fruto.

La vida del obrero cristiano es en este sentido similar al del campesino que ama su tierra, debe amar a Dios como lo único de valor e importancia en su vida. El diccionario de Vine (2007) define la palabra afecto (epipothesis) como “anhelar intensamente. Se halla en 2ª Corintios 7:7, 11, traducido como «gran afecto» y «ardiente afecto»”. El afecto del obrero cristiano por su Dios debe ser un anhelo intenso, como el salmista nuestra alma debe desear a Dios más que a nada y a nadie en este mundo (Salmos 73:25).

El anhelo intenso por Dios

Al leer las Sagradas Escrituras vemos que en Deuteronomio 6:5 Dios demandó a Israel que le amara, que tuviera una relación íntima con Él, “la condescendencia de la gracia divina es tal que ha hecho del primer mandamiento un mandamiento de amor para que todos nuestros deberes para con Dios se cumplan por amor” (Henry, 1999). Debido a que el pacto mosaico se basaba en la relación con ADONAI, se le instruía al pueblo de Israel a cumplir los mandamientos de Dios en amor (Barrik, 2016).

Dios desea nuestro compañerismo, a pesar de nuestra naturaleza pecaminosa, Piper (2006) establece que “no nacemos espiritualmente vivos con un corazón que ama a Dios; nacemos espiritualmente muertos”. El rey David lo expone de otra manera en Salmos 51:5: “en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.” La santidad de Dios no permite que el pecador tenga comunión con Dios (Hebreos 12:14).  

Al igual que Josué, el obrero cristiano sabe por experiencia propia la tendencia del pueblo de Dios a rebelarse, a apartarse de los caminos del Altísimo (Josué 23:11), y es nuestra responsabilidad advertirles lo que Dios demanda de ellos y las consecuencias de no hacerlo. Lutero (2006) habla de la ingratitud del pueblo israelita cuando dice: “a pesar del amor que Dios les tuvo, ni lo amaron como Padre ni le temieron como Señor.”

Cómo hacerlo

Hoy en día el campesino o agricultor puede cultivar la tierra usando nuevas técnicas y tecnologías como irrigación artificial, invernadero, cultivos hidropónicos, uso de semillas transgénicas, etc., pero el obrero cristiano sólo debe usar la Palabra de Dios como su guía para cultivar su afecto por Dios. Ahí encontramos que las maneras en las que el hijo de Dios puede cultivar y profundizar su afecto por Él son: la lectura diaria de su Palabra, oración diaria y tener la mente de Cristo, en pocas palabras el obrero cristiano debe tener una relación diaria, íntima, buscar el rostro de su Padre celestial.

La lectura de la Biblia debe hacerse preparando nuestro espíritu para que esté sensible para recibir la revelación del Espíritu de Dios, pues Dios nos ha revelado su sabiduría por su Espíritu (1ª Corintios 2:10). En el Salmo 1:2 el rey David habla de deleitarnos en la ley de Jehová. Moisés en Deuteronomio 17:19 nos explica que para aprender a temer a nuestro Dios necesitamos leer su Santa Palabra todos los días.

La oración es una de las actividades más importantes en la vida del obrero cristiano pues le permite acceder a la presencia de nuestro Dios y Padre, a través de la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo (Hebreos 10:9). En Lucas 11:1 los díscipulos le pidieron a Jesús que les enseñara como orar, “Él transmite nuestras oraciones con su santo incienso al Padre” (Lloyd-Jones, 1972).

Spurgeon (1871) en su sermón “Y todo Él codiciable”, habla de que los hijos de Dios debemos sentir “que el amor de Jesús es avasallador y embriagante”, el amor por Dios debe conducirnos a la santidad que Él demanda, para poder contemplar la belleza de la persona de nuestro Salvador, arrobarnos por su amor, compasión, misericordia, ternura y paciencia. El apóstol Pablo en 1ª Corintios 2:16 habla de que nosotros tenemos la mente de Cristo, y Sproul (1998) nos dice que “para ser conformados a Jesús debemos primero pensar como Jesús lo hizo, Necesitamos la mente de Cristo”, tenemos que ver las cosas como Él las ve, darle prioridad a lo que Él le da prioridad y desechar lo que Él desecha.

Asimismo, Tozer (2011) nos habla de la vida crucificada como aquella que está completamente comprometida con seguir a Cristo, que la completa esencia de la perfección espiritual tiene que ver todo con Cristo.

En el mismo tenor, Kinnaman y Lee (2015) en su encuesta a líderes de las iglesias nos mencionan que además de la oración y tiempo con Dios, las tres disciplinas que los pastores creen que son esenciales en el discipulado son “compromiso personal para crecer en la semejanza de Cristo” (94%), “ir a una iglesia local” (91%) y “un profundo amor por Dios” (90%).

El obrero cristiano debe renunciar, olvidar, perder vista el ego, tomar parte con Dios, no tener nunca más alguna voluntad, gloria o paz, sino solo la de Dios (Fenelon, 2015).

Referencias

Barri, R. (2016). The Complete Jewish Study Bible. Hendrickson Publishers Marketing, LLC: United States of America.

Fenelon, F. (2015). Christian counsel. CreateSpace Independent Publishing: United States of America.

Kinnaman, D., y Lee, R. S. (2015). New research on the state of discipleship. Barna Group. Recuperado el 19 de enero del 2018, de https://www.barna.com/research/new-research-on-the-state-of-discipleship/

LaCueva, F. (1999) Comentario bíblico de Matthew Henry. Clie: España.

Lloyd-Jones, D. M. (1972). GOD’s way of reconciliation. Baker Books: United States of America.

Lutero, M. (2006). La voluntad determinada. Editorial Concordia: Argentina.

Piper, J. (2006). Lo que Jesús exige del mundo. Editorial Portavoz: Estados Unidos de América.

Sproul, R. C. (1998). The holiness of God. Tyndale House of Publishers: United States of America.

Spurgeon, C. (1871). Y todo Él codiciable. Recuperado el 19 de enero del 2018, de https://www.spurgeongems.org/schs1001.pdf

Tozer, A. W. (2011). The crucified life. Bethany House Publishers: United States of America.

Vine, W. E. (1999) Diccionario Expositivo de las palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo de Vine. Editorial Caribe: Colombia.

*Tomado de Reyes, L. C. (febrero, 2018). Cómo cultivar y profundizar nuestro afecto por Dios. La Fuente, 144, pp. 10-11.