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Los padres tienen la última palabra en la educación de sus hijos (3/3) – Quien educa a tus hijos también los está discipulando*

Introducción

Mientras mas nos alejamos del patrón bíblico que dicta que los padres enseñen a sus hijos, nos encontramos enfrentando las consecuencias naturales de ignorar el diseño de Dios (Wayne, 2000). El caos y la disolución que vemos desde hace algunas décadas en las escuelas públicas es el resultado de haber abandonado los patrones de Dios.

La enseñanza en los salones de clase tradicionales es un sustituto artificial hecho por el hombre, inventado para excusarnos del cumplimiento de nuestra responsabilidad como padres dada por Dios mismo de enseñarles a nuestros propios hijos. Debemos estar convencidos de que lo es la perfecta voluntad de Dios.

 Moore (2002) considerando Mateo 16:21-23 nos habla de que toda nuestra experiencia cristiana de salvación por fe depende de la muerte sacrificial de Jesús. Refiriéndose a este relato continúa diciendo que Pedro no tenía una agenda de redención para entonces y no entendía el plan de Dios, es decir, no veía el cuadro completo, por ende, trató de corregir a Jesús y detenerlo para que no fuera a la cruz. Nuestro Señor corrigió a Pedro de manera directa y firme, diciéndole que en ese momento estaba siendo usado por Satanás, y que nuestro enemigo el diablo está en última instancia detrás de toda idea, filosofía, ideología, plan y currículo que rechaza la cruz, ignora la redención y el lugar de la muerte sacrificial de Jesús en el esquema total de las cosas.

Los derechos de los padres

Según Voddie Baucham, “el 90 por ciento de los cristianos permiten que el gobierno eduque a sus hijos, y estudios recientes han mostrado que un abrumador porcentaje que va desde el 70 hasta el 88 por ciento de los hijos de los evangélicos están dejando la iglesia al final de su primer año en la universidad” (Fernandez y Gunn, 2013, Capítulo 8, p. 263). De acuerdo con el mismo autor hay una clara correlación: “Si continuamos enviando a nuestros hijos a César para su educación, […] regresan a casa como romanos”.

Esto tiene sentido porque un maestro es también un discipulador, por ello la educación y el discipulado no pueden separarse, es decir, según Baucham: “quienquiera que está educando a nuestros hijos los está discipulando también”, aquí radica entonces el poder de la educación. Por lo tanto, nosotros como padres debemos de redimir el tiempo que pasamos con nuestros hijos ensenándoles diligentemente las palabras que Dios nos ha mandado para que estén en sus mentes y corazones (Deuteronomio 6:6-7), debido a que nuestros hijos están siendo inundados por César con el humanismo secular, y nunca hay demasiado tiempo en el día para contrarrestar las horas que pasan en las escuelas públicas siendo adoctrinados por César.

Los padres debemos obedecer los principios sobre el entrenamiento de la mente (Salmos 1:1-6; Proverbios 1:7; Romanos 12:2; 2ª Corintios 10:5; Colosenses 2:8; 1ª Timoteo 6:20-21) aplicándolos en la manera en que educamos a nuestros hijos.

De acuerdo con Wilson (2022) los padres cristianos debemos tener en cuenta dos cosas mientras consideramos nuestra obligación de educar a nuestros hijos. La primera es la instrucción que los hijos deben de vivir en un ambiente dominado por las Escrituras. Es obvio que lo que ellos reciben especialmente los domingos en la iglesia no es suficiente, ya que una educación bíblica completa solo se puede proporcionar cuando está relacionada con todo lo que hacemos en nuestra vida, es decir, la enseñanza debe ocurrir en todo momento, en todo lugar y en toda circunstancia de la vida de nuestros hijos. Dios es claro cuando manda que los hijos de Su pueblo vivan en un ambiente condicionado por Su Palabra. El mismo autor advierte a los padres que si queremos que nuestros hijos estén equipados para el mundo que van a enfrentar en veinte años, necesitaremos darles la instrucción integral en las palabras de Dios. La segunda cosa para recordar es que Dios nos manda a amarlo también con toda nuestra mente (Mateo 22:37). El mandamiento de enseñarles a nuestros hijos todo el tiempo no se circunscribe a solo asuntos relacionados con nuestra fe, es decir, que, si nuestros hijos están estudiando ciencias, artes, o cualquier otra área del conocimiento humano, y no están pensando como cristianos, entonces no están obedeciendo el mandato divino de amar a Dios con toda su mente, y si no lo están haciendo, nosotros como padres debemos preguntarnos por qué. Si fallamos como padres al enseñarles este principio bíblico, nuestros hijos podrían escoger una cosmovisión no bíblica de cualquier otro lugar o persona. Es crucial que los padres debemos influir en nuestros hijos ensenándoles nuestra fe de una manera consistente, de otra manera cuando nuestros hijos crezcan se inclinarán delante de otros dioses, o tendrán una doble vida manteniendo la fe de nosotros los domingos y conservando la fe del secularismo el resto de la semana.

Conclusión

Nuestra responsabilidad de padres de enseñar, instruir y educar a nuestros hijos es un mandato dado por Dios y por ello no puede ser transferido a otras personas o instituciones. Debemos desde casa neutralizar el secularismo que reciben fuera de ella, proporcionándoles un ambiente piadoso donde aprendan a amar al Señor con toda su mente. Tal vez el mandar a nuestros hijos a las escuelas públicas no sea un pecado, pero como padres debemos de ocuparnos responsablemente de la educación de nuestros hijos desde casa, teniendo en cuenta el impacto destructivo de la educación secularizada de las escuelas públicas en la mente de nuestros hijos.

Referencias

Fernandez, J., y Gunn, C. (2013). IndoctriNation. Green Forest, AR: Master Books.

Moore, E. R. (2002). Let my children go. Columbia, SC: Gilead Media.

Wayne, I. (2000). Homeschooling from a Biblical Worldview.: Covert, MI: Wisdom’s Gate.

Wilson, D. (2022). Recovering the lost tools of learning. Moscow, ID: Crossway.

*Tomado de Reyes, L. C. (septiembre, 2022). Quien educa a tus hijos también los está discipulando. La Fuente, 199, pp. 16-17.